No creas en Groenlandia
Más o menos ya todos sabemos que Groenlandia es la isla más grande del planeta. Tiene una superficie de 2.166.086 kilómetros cuadrados. Nada mal. Cierto que Australia también es bastante grande. Tiene 7.692.024 kilómetros cuadrados. Supera a Groenlandia por cinco millones y medio de kilómetros cuadrados. Es como ganar un partido de fútbol por 7 a 2. No debería haber mucha discusión sobre quién se queda con los puntos y quién se queda con los abucheos. Pero Australia se cuenta como continente y no como isla. Y eso empaña el marcador. Y la naturaleza misma del juego. Son competencias diferentes. Como si juntaras a un jugador de bolos y un jugador de ping-pong en una cancha de béisbol. Como si juntaras bananas con manzanas pero no te permitieran hacer una ensalada de frutas. Ni una torta. Ni un licuado. Ni un trago exótico. Ni siquiera inventar un nuevo fruto mitológico. Como la banazana. O la manzanana.
Así que si separamos islas de continentes, y en general solemos separar islas de continentes, entonces Australia es el continente más pequeño del planeta y Groenlandia es la isla más grande del planeta.
Australia, continente; Groenlandia, isla.
Bananas y manzanas.
No existe un estándar de tamaño que diferencie a islas y continentes. Lo que diferencia a Groenlandia, la isla, de Australia, el continente, no es menos arbitrario que aquello que separa a Groenlandia, la isla, de los Halligen, los islotes, aunque hay quien dice que no se puede llamar islotes a los Halligen porque, si bien son pequeños, lo cual permitiría el término islote, están habitados y cuentan con vegetación, lo cual los calificaría como islas, pues los islotes son islas pequeñas con poca o nula vegetación que no soportan la vida humana. Es decir que bastaría con poner a un ermitaño con una maceta en un islote para que se convierta en una isla. O con desalojar al ermitaño y a su maceta de la isla para convertirla en un islote. Al menos según estas definiciones. Que son las que tenemos. Si alguien piensa que estas categorías son endebles, razón no le falta. Pero tampoco le sobra. Toda convención implica una demarcación arbitraria. Qué es un planeta, qué es la música disco, qué es una ciudad, qué es un ser humano, qué es una pandemia, qué es el populismo, qué es el buen gusto, qué es un concepto. No es que no pisemos suelo firme; más bien pisamos el único suelo que tenemos.
Ahora, en el caso de Australia y Groenlandia también se consideran las diferencias geológicas. Y aunque siguen siendo parámetros arbitrarios de categorización, porque lo son, en algún punto debemos detener la queja por lo arbitrario y empezar a afinar las convenciones. Para convertirlas en mejores convenciones. Caso contrario, si sólo nos cruzáramos de brazos e hiciéramos puchero por las arbitrariedades, la vida social explotaría como una sandía alcanzada por el proyectil de un cartucho .577 Nitro Express. Que no es un espectáculo lindo de ver. Al menos no para la sandía. Ni para quien deberá limpiar el enchastre.
Los continentes son masas de tierra grandes, largas y discretas separadas por grandes extensiones de agua. Una definición que aplica bien a Australia. Pero también a Groenlandia. Un problema. Porque hasta donde es posible afirmarlo, y de hecho es bastante posible afirmarlo, la condición de contar con grandes extensiones de agua no se aplica a la separación de todos los continentes. Entre Asia y Europa no hay ningún océano. Sólo hay una línea dibujada con lápiz y desplazada de acá para allá a punta de fusiles, hachas, lanzas y misiles. No ayuda tampoco hablar de masas de tierra restringidas a un área continua en la que las costas forman los bordes del continente. En ese sentido Gran Bretaña se quedaría afuera del continente europeo. Situación que acaso no moleste mucho a los británicos. Quizás Gran Bretaña podría autopercibirse como continente. Quizás podrían hacer un referéndum. Seguramente ganaría el sí. Países para formar ese continente no le faltarían. Por lo menos habría cuatro. Y dos entrarían en guerra de inmediato. Habría alarma mundial debido a la escalada bélica en el continente británico.
Pero la intentona separatista continental británica chocaría con las definiciones de la geografía física. El continente no es sólo la superficie de tierra firme sino también la plataforma continental, que es la superficie sumergida y poco profunda próxima a la costa, y por ende las islas que están sobre la plataforma continental. Para saber esto no hay que leer ningún tratado de geografía física sino el Convenio de Ginebra de 1958 o la Convención sobre el Derecho del Mar de 1982. Que son grandes acuerdos políticos que ponen el énfasis sobre las convenciones antes que sobre las arbitrariedades. Así que Gran Bretaña regresaría al continente europeo. Del mismo modo en que Nueva Guinea, que es la segunda isla más grande del planeta si consideramos que Groenlandia es la primera, formaría parte de un continente llamado Oceanía. Que implica otro problema. Porque Australia dejaría de ser un continente y se incluiría en el continente Oceanía y entonces ya no podríamos decir que Australia es el continente más pequeño del planeta y que Groenlandia es la isla más grande del planeta. Porque ahora Australia ya no formaría parte de Australia, sino que formaría parte de algo llamado Oceanía. Lo cual estaría bien porque sabríamos qué hacer con Nueva Guinea.
El continente Oceanía está formado por la plataforma continental de Australia, las islas de Nueva Guinea, Nueva Zelanda y los archipiélagos coralinos y volcánicos de Melanesia, Micronesia y Polinesia. Está bien. O no. Es discutible. Y discutido. Pero quienes consideran que el continente es Australia, no Oceanía, nunca explican exactamente qué debemos hacer con Nueva Guinea.
En general los modelos de clasificación de diferentes sistemas escolares varían entre cuatro y siete continentes. El modelo de siete continentes diferencia a Asia, África, América del Norte, América del Sur, Antártida, Europa y Australia. Este modelo es predominante en países de habla inglesa. En otros modelos, como en la mayoría de los países de habla hispana, los continentes son Asia, África, América, Europa y Oceanía. No diferencian a las Américas, Australia no tiene más remedio que aceptar que Nueva Guinea existe y que en algún lugar hay que ponerla, y la Antártida es una novedad que a veces se recuerda y a veces no. Hay sistemas escolares que limitan más los continentes: Eurasia, África, América y Oceanía. Y hay otras variantes. Sólo hay que sumar y restar, cortar y pegar entre estas ocho posibilidades (si pensamos en que Australia y Oceanía son opciones diferentes, como de hecho lo son, porque si se elige una opción no se puede elegir la otra).
Pues bien, si se quiere mantener la idea de que Australia es el continente más pequeño del planeta y Groenlandia es la isla más grande del planeta, entonces hay que ceñirse a algunas definiciones geológicas y no moverse de ahí. O moverse poco. Con disimulo. Si pensamos a los continentes como las masas continentales más grandes de una placa continental, entonces Australia es un continente, dado que se asienta sobre su propia litosfera continental y su propia placa tectónica, que para que no haya dudas se llama placa tectónica australiana. Las islas, por el contrario, pueden ser extensiones de la corteza oceánica (como esas islas volcánicas donde fabrican dinosaurios y los salvajes adoran simios gigantes) o pueden pertenecer a una placa continental que sujeta una masa continental más grande, que es el caso de Groenlandia, que se asienta sobre la placa tectónica norteamericana. Hay que recordar que Groenlandia, la isla del Reino de Dinamarca, se asienta en el continente norteamericano. Nadie reclama la independencia continental groenlandesa. Todavía. Aunque muchos ya reclaman la independencia nacional groenlandesa.
Pero, en todo caso, nadie perderá el sueño por estas cuestiones. Excepto los australianos y los groenlandeses. Y los once millones de habitantes de Nueva Guinea, que no saben muy bien si están en Oceanía, porque a veces Oceanía existe y otras veces no existe. Y quizás también el ermitaño con su maceta. Pues con su sola presencia, y por ende con su simple ausencia, podría definir si estamos ante una isla o un islote.
Así entonces
El otro día escuché un diálogo interesante en una cadena televisiva de deportes. Fox, ESPN, alguna de esas. Había dos tipos hablando. Uno dijo que la partida de Lionel Messi del Barcelona será el gran acontecimiento histórico del año. El otro tipo lo miró y le dijo algo como: bueno, también pasaron otras cosas bastante serias. Pero el primer tipo estaba muy convencido de su aseveración: en 2020 nada tendrá la importancia histórica de Messi sin Barcelona y Barcelona sin Messi.
Me hizo pensar en un video de una comediante llamada Julie Nolke. En abril de 2020 viaja cuatro meses al pasado para explicarle la pandemia de coronavirus a su yo de enero de 2020. Julie de enero comenta que los incendios de Australia son una cosa bastante seria y que marcarán el futuro del año, pero Julie de abril, que apenas recuerda vagamente esos incendios, le dice que su definición de “cosa bastante seria” está a punto de cambiar.
Excepto para ese tipo en la televisión, y quizás para algún otro incorregible, la cosa bastante seria de 2020 será la pandemia de Covid-19. Dejo tres buenas series de textos de antropología sobre la gran cosa de 2020, series todavía abiertas y en marcha: en Somatosphere, un sitio de antropología médica, ponen el énfasis en la dimensión sanitaria y social de la pandemia; en Anthropology News, de la Asociación Americana de Antropología, hay buen material sobre la redefinición del trabajo de campo etnográfico en tiempos de cuarentena; en Anthro{dendum}, otro blog de “hacer antropología en público”, hablan bastante sobre un sistema educativo que se tuvo que acomodar, a los ponchazos, a un escenario imprevisto. O no tan imprevisto.
De todo esto, me gusta algo que escribió Harini Kumar, una antropóloga que estudia la tradición islámica en India del Sur: “Si siempre estamos pisando la delgada línea entre la certeza y la incertidumbre por la misma naturaleza de nuestra disciplina, la incertidumbre por el futuro —nuestra vida cotidiana, la investigación, el ya precario mercado laboral académico— nunca fue tan marcada. Sin duda, las cosas ya eran terribles en muchos frentes, pero esta crisis expuso con mayor descaro la incompetencia de los que están en el poder, así como la fragilidad de esas vidas que siempre fueron precarias. Muchos ven este momento como una llamada de atención para reflexionar sobre en qué tipo de sociedad queremos vivir en el futuro. En nuestras capacidades individuales, muchos de nosotros ya estamos pensando en estas cosas, cautelosos de sobreintelectualizar este momento, tratando de mantenernos lo más firmes posible cuando el terreno bajo nosotros está cambiando todos los días. Intentando tomarlo un día a la vez, velando por los demás, nuestros estudiantes, maestros y familias”.
Pero sí, Messi sin Barcelona y Barcelona sin Messi: ya no será lo mismo, Julie de enero.
Y por fin
Y así empezó Ciencias Pardas. Capítulo uno, temporada uno. O capítulo piloto. ¿Se siguen haciendo pilotos? Seguro que sí.
Ciencias Pardas es un newsletter sobre antropología, mapas y urbanismo. Por ponerlo de algún modo. Depende de muchos factores. La regularidad es quincenal. Más o menos. También esto depende de muchos factores.
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Y si llegaron hasta acá, gracias por su interés y por su tiempo.
Buen comienzo de septiembre.