La afirmación de que todo es cultura se volvió una mala muletilla. Ya no en un sentido específico y de algún modo bienintencionado (el eslogan “Disco es cultura”, por ejemplo), sino en un sentido que bordea el relativismo más nihilista: que todo sea cultura quiere decir que nada es cultura. Y entonces decir que algo ―ya ni hablar de todo― es cultura es una manera poco educada de evitar precisar qué se entiende exactamente por cultura.
“El concepto de cultura flota en una indeterminación singular”, escribió Hans-Georg Gadamer en Elogio de la teoría. “Cultura es una de las dos o tres palabras más complicadas de la lengua inglesa”, dijo Raymond Williams en Palabras claves. Cierto. Pero una cosa es el objeto de estudio y otra cosa es el estudio de ese objeto: una cosa es la cultura como hecho empírico y otra cosa es la cultura como construcción teórica. Y si alguien descubre dónde empieza una y dónde acaba la otra, dónde comienzan y dónde terminan el hecho empírico y la construcción teórica, se lleva como premio el último disco de Charly García. Lo cual, por supuesto, nos hará discutir la idea misma de premio. Ni que hablar de cultura.
Si se quieren mantener los términos, que no por malos deben ser abandonados, quizás la cultura como hecho empírico sólo sea aprehensible a través de la cultura como construcción teórica. Sucede lo mismo que con la Bauhaus y la irrupción del objeto. Las personas construían y empleaban objetos antes de la emergencia de la Bauhaus (usaban tenedores, sillas, anteojos), pero, en tanto categoría conceptual, los objetos recién hicieron su aparición (teórica, y en tal caso, empírica) con la Bauhaus. Los objetos empezaron a existir como objetos con el lenguaje que les permitió definirse y ser definidos como objetos. Como las hachuelas achelenses, o como el jazz, o como la polarización política, o como todo lo que existía mucho antes de que empezara a existir con el acto mágico de la nominación.
Nunca es bueno afirmar que la cultura sólo existe en los discursos que dan cuenta de ella, y nunca es malo recordar que de hecho así es, porque eso obliga a preguntarse quién tiene el poder de controlar esos discursos, y para qué, y sobre quién, pero aun así, ¿la cultura existe más allá de su conceptualización? Alguien dirá que sí, porque las personas no debieron esperar hasta la creación del concepto “cultura” para hacer las cosas que hacen en su nombre. Alguien dirá que no, porque la única forma de interpretar que cultura es aquello que se hace, o se hizo, o se hará, en nombre de la cultura es a través, y sólo a través, de las entidades conceptuales que dan cuenta de la misma. Alguien dirá que dejemos de perder tiempo con estas estupideces cuando en África los niños se mueren de hambre y los inmigrantes haitianos se comen a los gatos de los vecinos de Springfield. Lo cual está bien. Pero tampoco hay que ser aguafiestas. Así que ya sabemos a quién le tocará el último disco de Charly García.
Desde este punto de vista se vuelve un problema de nominaciones: algo existe cuando puede ser nombrado. Y cuando todo puede ser nombrado con la misma denominación, como “cultura”, entonces nada existe como entidad singular. Decir que todo es cultura es como decir que todos somos seres vivos o que todos somos hijos de Dios. Porque todos somos hijos de Dios ―se quejaba Umberto Eco, hace un tiempo, cuando todavía era un ser vivo―, y los animales también son hijos de Dios, y sin embargo los chicos nunca vieron a una cabra en clase enseñándoles las reglas de ortografía.
La idea de que todo es cultura omite la noción de parámetros y valores. Y lo primero que debería aprenderse o enseñarse acerca de la cultura es que los parámetros y los valores de cada cultura expulsan de sí misma a todo aquello que no se ajusta a la propia definición que cada cultura tiene de sí misma. Lo que tienen en común las diversas definiciones de cultura es un principio de delimitación y jerarquización: parámetros y valores que regulan con menor o mayor ferocidad o laxitud qué es cultura. Y ese principio teórico y empírico fundamental que articula cualquier cultura es que no todo es cultura.
Estamos en época de Halloween, así que les dejo un texto que me gusta sobre los laberintos de los campos de maíz de Halloween. También les recuerdo que tengo un libro nuevo que se titula Pasajes sonoros: Escritos sobre música, vol. 1, que se consigue en librerías y que me gustaría que lean (los epub son fáciles de compartir, en mi opinión). Y volví a usar Instagram con un poco más de frecuencia, en caso de que alguien quiera ver fotos como la de arriba o la de abajo.
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